Han pasado muchos años pero Philomena quiere
encontrar a su hijo. Un periodista en busca de una buena historia la ayudará.
Se lo quitaron cuando todavía era muy pequeño, ella también era joven. Una niña
que no sabía lo que hacía cuándo la dejaron embarazada. Su padre la encerró en
un convento dónde chicas como ella trabajaban como esclavas y hacían penitencia
para sanar sus pecados. Una sola hora podían ver a sus hijos, una hora muy
breve para un día tan largo, hasta que alguna mujer, alguna familia se acercaba
al convento para adoptar a esos niños frutos de la ignorancia. Ahí, en ese
momento acababa todo. Los niños salían por la puerta y no volvían nunca más.
Madres adolescentes que lloraban detrás de las ventanas mirando con impotencia
como sus hijos les eran arrebatados. Philomena ya es mayor y no quiere morir
sin saber que fue de su hijo, si está bien, si está vivo, si está gordo, qué es
lo que le ha deparado el destino. El destino es impredecible y las personas que
participaron de este destino lo modificaron a su conveniencia martirizando unas
niñas inocentes que no sabían lo que hacían. Una conmovedora historia real como
tantas parecidas que se repiten en la historia y no dejan inmune a ningún país.
Es hora de hablar de lo que pasó, del sufrimiento que actos fanáticos causaron
en las personas que tuvieron que soportarlos, es el momento de que estas
personas que todavía buscan a sus hijos conozcan por fin un poco de paz.
Silvia