La rutina, el aburrimiento, el inexorable paso del tiempo
que nos aboca a una vida concentrada en el final, que nos conduce por senderos
inesperados a veces y previsibles en otras circunstancias. La vida en sociedad,
la obligada interacción con nuestros semejantes, inmersos en la cotidianidad
del trabajo, la familia, los amigos, el café por la mañana en el bar, la
cerveza por la tarde después del trabajo, el restaurante los fines de semana,
la vida del adulto que todos quisimos en algún momento evitar. Las relaciones
humanas, similares pero distintas que debemos practicar en cada minuto y cada
segundo del día, cifradas y codificadas por la ley, que nos impulsan y nos
canalizan hacia un comportamiento esperado y aceptado por todos como correcto.
Pero, ¿es posible evitar lo que ha sido escrito por una sociedad
instrumentalizada para producir y consumir? ¿Es posible encontrar un modo para
poder hacer lo que salga del alma sin ataduras ni constricciones? ¿Es posible
elegir el momento y el lugar para salir de los esquemas en los que nos han
educado concienzudamente? El doctor Jekyll, en su laboratorio, encontró la
fórmula para dividir su ser, para dividir al eminente, serio, aclamado y
respetado doctor, de su otro ser, el más oculto, el violento, el libre de
ataduras, de preconceptos, la libertad humana personificada en un ser que puede
vivir y debe vivir aislado de todo y de todos, la liberación del espíritu
encadenado por los convencionalismos, la facultad de ir, pensar, decir lo que
hay de más profundo y en lo más recóndito del cuerpo humano. De este modo,
Jekyll, consigue, mediante la transformación, quitarse la máscara que cada
mañana al amanecer debe ponerse para compartir el espacio vital de sus
compañeros, la farsa de los días en los que no cree, ni consiguen llenar el vacío
de lo sublime. Sin embargo, la libertad puede también volverse un arma de
autodestrucción. Una vez que se abre la puerta, una vez que se consigue la
llave que llena de oxígeno nuestros pulmones, no es tan fácil bajar la cabeza y
volver atrás. La explosión de los sentidos no puede ya extinguirse con el
olvido y las consecuencias, a veces, los efectos secundarios, podrían acabar
con la vida perfecta y ordenada, que, al fin y al cabo, consigue colmar, los
pequeños deseos cotidianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario