Los
grandes eruditos de la historia nos han ofrecido múltiples teorías sobre la
vida del hombre prehistórico, las agrupaciones, los métodos de caza, de organización
pero lo que nadie ha sido capaz de descifrar es lo que en aquellos tiempos
pensaba el hombre, si es que se puede llamar hombre a un ser del que
descendemos y que vivió en las cuevas hace más de 35000 años. Parece increíble
que hoy en día estemos convencidos de nuestras grandes capacidades, de nuestra
prepotencia para manejar la ciencia y nos olvidamos de mirar atrás. Y es así
que descubrimos que hace más de 30 000 años existieron seres a los que
consideramos poco evolucionados pero que crearon las obras de arte que hoy en día
sólo unos pocos privilegiados pueden admirar. El maestro Herzog se encuentra
entre estos privilegiados y con su pasión y entusiasmo consigue maravillarnos
con las bellezas descubiertas casi por casualidad en la Cueva de Chauvet. Las pinturas
rupestres que podremos admirar a través de la cámara de Herzog nos trasportarán
a un mundo en el que no había ni atisbo de civilización pero que estaba
compuesta por unos seres capaces de plasmar su capacidad de observación y su sensibilidad en la
oscuridad de una roca áspera. Si no existiesen tale pinturas podríamos admirar
la belleza de una cueva adornada con estalactitas y estalagmitas que dejan sin respiración
a los visitantes, ni que hablar de los restos de osos cavernarios y fósiles
vegetales de los que esta repleta la cueva. Pero ese increíble panel al fondo
en el que unos caballos dibujados con una perfección sin igual atraen las
miradas de todos, eliminan de la vista cualquier otro punto de referencia cercano.
Y así podremos preguntarnos si es que realmente hemos evolucionado o bien somos
tan sólo reflejo de una pasado brillante.
Silvia
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