La
mejor estación para las ejecuciones ejemplares es el otoño y por eso el reo
deberá esperar casi un año para que su ejecución tenga lugar. Una largo año le
espera por delante, un año de sufrimiento, remordimientos y soledad. A pesar de
los esfuerzos de su abuela, la mujer que lo crió para salvarlo todo será en
vano. Incluso su proyecto de casarlo para así asegurar la descendencia y la continuidad
del linaje fracasará. El reo, furioso contra el mundo echará al traste todos los
planes. El de fuga será sólo un momento de imaginación y buena voluntad por
parte de su familia, sin ninguna conclusión satisfactoria. Pero durante ese
año, durante ese largo periodo, nuestro protagonista tendrá mucho tiempo para
la reflexión y la introspección que se presentarán como un recorrido de madurez
personal, un camino que recorrerá tras pensar y analizar de forma seria y
coherente todos los acontecimientos de su vida disoluta. En un ejercicio de
autocrítica comprenderá que el destino es tejido con la voluntad de nuestros actos,
nada es casual y nada es predestinado y sobre todo aprenderá a comprender la relevancia
de nuestras propias decisiones y la insignificancia que las acciones externas ejercerán
sobre su actual situación. Durante la época medieval, las condenas a muerte se ejecutaban
sin ninguna conmiseración. La particularidad consiste en el redescubrimiento de
una vida cuándo ya su final está sentenciado.
Silvia.
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