Los
hombres del Yamato no estaban preparados para el combate. Jóvenes que luchaban
por su patria en uno de los últimos enfrentamientos de la Segunda Guerra Mundial.
Ni siquiera uno de los más sofisticados y grandes barcos de guerra del mundo
pudo hacer frente al potencial norteamericano. Tenaces y valientes lucharon hasta
el final, con un poco de inconsciencia se lanzaron a una muerte segura que no
les reportaría el honor que se merecían. Es así cómo la hija de un valiente
capitán decide ir en barco al lugar en donde el Yamato se hundió y rendir
homenaje a uno de los dos supervivientes de la tragedia. El otro superviviente,
el capitán del barco que llevará a la chica, recordará esos terribles momentos
que marcaron toda su vida. LA Segunda Guerra Mundial vista desde el punto de
vista de los japoneses, los grandes perdedores, nos distrae de la resabida
versión norteamericana, tan almidonada y falsa, en la que no se mencionan las
propias atrocidades cometidas y se ofrece una visión encantadora de su
inocencia en todo el asunto. Cabe destacar la modestia del filme, en la que los
perdedores asumen todas su culpas sin poner el dedo en la llaga y sin desatar ninguna
polémica estéril. Un pueblo consciente de sus errores que se crece admitiéndolos
y mostrándolos al mundo entero.
Silvia
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