Un viaje al submundo de la capital francesa, la vida en la
calle, bajo los puentes, vagabundos que viven de la caridad, de la compasión y
que ahogan sus temores en el alcohol. El amor surge entre dos personas de la
calle, dos seres perdidos en un mundo aparentemente común, desesperados por el
impacto del golpe que el destino les ha reservado. Ella pintora, retratista con
una rara enfermedad en los ojos que mina su voluntad y su resistencia, él nadie
ni nada pero que alberga en su interior unos sentimientos casi infantiles que
intenta adecuar a su maldición de adulto alienado y expulsado de una sociedad
ordenada en la que no hay espacio para él. Confesiones, amor, sexo, encuentros,
alcohol, risas, diversión, los dos colman el vacío que ha nacido en el momento
del nacimiento, en el momento en el que todo se hunde gracias a consecuencias,
efectos imprevisibles escondidos en la naturaleza, que acechan y amenazan los
sentidos. El renacer juntos en un nuevo cosmos, hecho a medida para mitigar el
dolor, iluminado por luces y fuegos artificiales para la celebración y exaltación
de los logros de la civilización, adornan el baile salvaje que impone la lucha
por la subsistencia desgarradora e infernal de la desesperación. El espacio
consagrado por la unión de los cuerpos se resquebraja en un sinfín de pedazos
en el preciso instante en el que un hilo de probabilidad se presenta como una revelación
de la continuación del trabajo comenzado y abandonado. El paisaje se transforma
en una imagen real, amoldada a las necesidades de la socialización y aún así
capaz de salir a flote de un río turbio y contaminado y abrir los ojos,
resistir a la presión y encontrar una vía de escape.
Silvia
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