El desenlace ha llegado. Todos los caminos conducen al mismo
lugar. A las puertas del Prates. Todos los guerreros y todos los dioses se
preparan para la lucha final. Los unos lucharán por defender la pervivencia
misma de la humanidad, los otros por la destrucción total de sus criaturas. Los
hay también que, traicionando a sus amigos tejerán una sutil tela sobre la que
se balancearán los intereses de la totalidad. Las todopoderosas Moiras observarán,
impasibles los acontecimientos, esperando el momento adecuado para dictar una
sentencia favorable o catastrófica, según la perspectiva de los
acontecimientos, que cambiarán y se alterarán por medio de una realidad que,
gracias a la fuerza de la gravedad girará sobre sí misma proponiendo un reflejo
bastante inoportuno de la verdad. Los Kalagorinor manejarán una zona del
tablero, participando en un juego morboso con piezas humanas sometidas a sus recuerdos
y a las consecuencias de sus actos. Seres débiles, que mostrará toda su fuerza
en el momento de la defensa del honor, de la rectitud e incluso buscando la
alianza con odiados medio hermanos, más poderosos que un Zemalnit pero carentes
de la omnipotencia del dios. Una media medida entre la tierra y el cielo, entre
el bien y el mal, conceptos que tenderán a desaparecer en tiempos en los que
todas las certezas han desaparecido y la razón nos ofrece tan solo probabilidades
para poder elegir la vía más justa, la más recta desposeyéndonos de todas nuestra
convicciones para mostrarnos que la vida es lo más importante.
Silvia
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