Esta historia está basada en la vida real de Danièle
Mazet-Delpeuch. En ella, unos periodistas australianos están en la base de una
misión científica en la Antártida intentando rodar algo interesante cuando
descubren que la cocinera de la base trabajó anteriormente en el Palacio del Elíseo
como cocinera personal del Presidente de la República, François Mitterrand. Esto
servirá como excusa para conocer la historia de Hortense Laborie, quien
durante dos años preparó la comida del Presidente y de sus invitados más íntimos.
Hortense está terminando su estancia en la base, y después
de un año trabajando allí, finalmente supo ganarse el cariño de aquellos para
los que cocinaba. Esta es la parte más tonta, en la que hace que me pregunte ¿para
qué me cuenta la historia de la cocinera en la Antártida? Si quiere mostrar su carácter,
ya lo hizo de sobra mientras relataba la historia en el Elíseo. Si quiere
reflejar la vida después de su paso por las cocinas del Presidente, falla
miserablemente ya que se queda en lo anecdótico y no aporta nada.
Pero lo interesante de la historia es cuando Hortense trabajaba
para Mitterrand. La cocinera tuvo que enfrentarse a la rivalidad del chef de la
cocina principal, a las limitaciones del presupuesto impuestas por los miembros
del gabinete y a las restricciones alimentarias que los médicos intentaban
poner a la dieta de Mitterrand.
Pero su buen hacer en la cocina, en la que realizaba platos
sencillos, abundantes y tradicionales, conquistó el paladar del Presidente
hasta el punto que despertó su interés en conocerla y se forjó entre ellos una
afinidad basada en estos gustos comunes por la vuelta a la sencillez de antaño.
Irene
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