Georges Duroy de vuelta
a París tras haber cumplido el servicio militar en África consigue la protección
de su antiguo compañero de armas Forestier, que pronto le encontrará un trabajo
en un periódico. Incapaz de escribir nada decente Duroy será ayudado por la
brillante mujer de Forestier, Madelaine, el verdadero talento de la casa. Y es
que en el Paris de la época los hombres dan la cara pero en las sombras sus
mujeres organizan y hacen todo el trabajo de verdad, el que cuenta, el que
otorga prestigio y fama a sus maridos. Y en este sentido Madelaine tiene todos
los atributos para poder manejar un país desde las sombras. Este círculo
estrecho de personas importantes ejercerá una fuerte presión en el ánimo de
Duroy incapacitándolo para mantenerse a la altura por sí solo. Por ello
necesitará seducir a las mujeres que se encuentran en este ambiente que le
prodigarán amor y comprensión pero que él sistemáticamente rechazará y
mancillará para intentar encontrar algo que satisfaga mejor sus propios
intereses y su vanidad. Una vez fallecido Forestier, se casará con Madelain
pero en esta ocasión tampoco podrá reprimir su orgullo y la cosa no acabará demasiado
bien. Sin embargo, su afán de dominio, de riquezas, de mantener esa falsa
posición social que la suerte le ha regalado harán de él un ser ávido incapaz
de frenar sus impulsos y se saltará todas las convenciones con tal de
satisfacer sus deseos. Un buen proyecto inicial dan a esta película costumbrista
un leve velo de accián que no conseguirá sin embargo mantener a lo largo de
todo el filme, acabando, como suele pasar en estos intentos, por ofrecer una
película bastante banal con personajes a la altura de la insignificancia de la historia.
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