No existe nadie tan capacitado como Amin Maalouf para
hablarnos de las identidades. Quién mejor que un escritor nacido en Líbano,
emigrado más tarde a Francia para explicarnos lo que significa para una persona
su identidad. La complejidad del término puede provocar confusiones tanto por
su significado como las erróneas acepciones que en el curso de los años se le
ha dado a su interpretación. Así, una persona, un ser humano es el resultado de
su experiencia vital. Esta experiencia puede reducirse a unas cuántas características
recibidas en herencia familiar o una serie de acontecimientos trascurridos a lo
largo de toda la vida. Pero con su virtuosismo literario, con un pensamiento
elaborado durante su trayectoria vital, Maalouf pretende demostrarnos con sus
tesis que una persona no tiene una sola identidad. Se puede nacer en un sitio y
adquirir naturalmente la cultura, la lengua, la religión de ese país, de esa
comunidad, de esa agrupación humana. Más tarde esa persona de trasladará a otro
país, totalmente diferente, con una cultura y una lengua totalmente diversa
pero esto no significa que la mezcla no sea posible. Es más, es imposible ser
impermeable a las nuevas aportaciones que ese nuevo lugar aportará a la vida de
esa persona, enriqueciéndola en muchos aspectos y es que lo importante es
adquirir lo mejor de cada lugar en un proceso constante de crecimiento espiritual
y mental que nos conduzcan a un desarrollo personal en constante evolución. Es
bien cierto que las identidades diferentes ha sido motivo de innumerables conflictos,
crisis, desastres, guerras que han tenido lugar en un mundo cada vez más heterogéneo
pero sin lugar a dudas, esta nueva condición que no ha cejado en ningún momento
de diversificarse, enredarse y complicarse aportando a nuestros tiempos nuevas
posibilidades, nuevos caminos que abren nuestra mente en un caleidoscopio de
situaciones inimaginables cincuenta años atrás.
Silvia
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