Nora y Luther han decidido celebrar una Navidad distinta. Su
hija ya se ha ido de casa y ellos ya están hartos de tantas luces, árboles,
adornos y fiestas para los amigos. Pero sobre todo han pensado que con los más
de 6000 dólares que gastaron el año pasado, este año podrían hacer algo
distinto. Y es en ese momento que deciden, finalmente, gastar esa misma cifra
en el crucero que tanto habían soñado. Y empiezan los preparativos, los
billetes, el solarium para no tener problemas con el sol más adelante, ropa de
verano, bañadores a la moda, todo está apuntado en una lista y paso a paso reúnen
todos los objetos que les serán necesarios para la travesía. Todo esto implica
también esquivar a amigos y familiares que esperaban con expectación la anual fiesta
navideña y quizás, a veces, contestarles mal o con evasivas para evitar dar
demasiadas explicaciones. Pero he aquí cómo se frustran los sueños. Cuándo ya todo
estaba listo y se contaban las horas que quedaban para partir, su querida hija
llama por teléfono para anunciar su inminente retorno a casa por Navidad, para
participar en la consueta fiesta y presentarles a su novio médico conocido en
la selva de Perú. Así que les quedan dos días para encontrar un árbol, sacar
los adornos del desván e intentar encontrar a algún amigo libre que quiera todavía
participar en la fiesta. Y es ahí dónde entra en juego la solidaridad de un
barrio unido que no quiere que la hija de Luther y Nora a la que han visto
crecer y convertirse en mujer se lleve una desilusión por culpa de un repentino
capricho de unos padres inconscientes. Una historia navideña aburrida e insulsa
que usa un lenguaje para colegiales que no tenga nada mejor que hacer que
leerse esta novela para intentar entrar en el espíritu de estas fiestas.
Silvia
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