Profundizando poco a poco en las relaciones
humanas, Wong Kar-wai nos ofrece esta excelente muestra de la complejidad
humana. Un hombre y una mujer descubren que sus parejas les engañan. Absortos
por su trabajo, la soledad embarga su vida pero casi sin darse cuenta sus
encuentros fortuitos se convierten en asiduos y planificados hasta que la
rutina de su presencia se convierte en algo fundamental y necesario. En una época
en la que estos encuentros son censurados por la sociedad, decidirán poner un
freno a sus visitas. Se darán cuenta de que no son capaces de renunciar el uno al
otro ya que con la proximidad han surgido también los sentimientos. Unos
sentimientos prohibidos pero que afloran a cada instante y que ya nada puede
parar. Sin embargo deberán hacerlo y para ello buscaran métodos de reprimir sus
verdaderos anhelos. La progresión del director es imparable, cada movimiento,
cada expresión, cada momento de reflexión nos conmueven, empujados por una
banda sonora que enmarca perfectamente las emociones sutiles e intensas que los
intérpretes manifiestan y trasmiten al espectador. Momentos que no fueron pero
que pudieron ser para estos dos amantes platónicos que intentarán negar lo que
sienten arrastrando en el futuro un pasado visto a través de una ventana sucia
por el polvo. Un secreto pesado y un desahogo que roza la poesía, dejado entre
las piedras, abandonado ya el sueño, liberando la pesada carga que el alma
arrastra con tesón y desesperanza.
Silvia
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