Tras la muerte de su marido Lee Shin-ae y su hijo se
trasladan al pueblo natal de este. De camino sufren una avería y un amable mecánico
los conduce hasta la ciudad. Rebosantes de nuevas ilusiones, comienzan a buscar
una casa, un trabajo y a entablar relaciones con los vecinos. Una ciudad
pequeña con alma de pueblo y con mentalidad reducida acostumbrada a valorar
solo las apariencias. Shin-ae pronto se hará popular debido a su trabajo como
maestra de piano para niños y gracias a la ayuda del mecánico que le presentará
a las personas más influyentes del pueblo. Sin embargo, cuándo todo parece ir
bien, la tragedia golpea de nuevo a esta joven madre, un error basado en
distorsionadas impresiones asestará un golpe duro como una losa de mármol sobre
la razón de Shin-ae que se precipitará hacia un caos emocional arrastrándola al
fondo de un torbellino de locuras. El dolor, la desesperación la llevarán hacia
los brazos de un grupo religioso que limpiarán superficialmente las heridas
pero para Shin-ae la posibilidad de creer en un dios que le ha arrebatado todo
lo que más quería se presenta como una utopia ante la crueldad de una creencia
que se basa en una fe ciega y arbitraria, incapaz de darle una repuesta ante
las injusticias de un mundo asesino ni de aliviar el dolor con respuestas a
tantas preguntas que surgen de su boca. Una desgarradora prueba del sufrimiento
humano en la piel de una mujer que deberá enfrentarse a duras pruebas
acompañada por su soledad insuperable. Un ejemplo de película dramática coreana que nos presenta con la fuerza de los sentimientos y una interpretación impecable la crudeza de una historia que desgarra el alma.
Silvia
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