Aquel
simpático niño del El resplandor, llevada más tarde con gran éxito a la gran
pantalla, ya no es un entrañable pequeño. Es un hombre adulto, frustrado y por
si fuera poco alcohólico. Su don de ver y hablar con fantasmas se ha reducido
considerablemente pero no por ello ha desaparecido. De hecho lo usa como
instrumento de trabajo en una hogar para ancianos a los que acompaña dulcemente
hasta la muerte. Pero las vicisitudes de Daniel con los espíritus no ha acabado
todavía. Una niña, Abra que posee su mismo talento pero multiplicado por mil se
pone poco a poco en contacto con él. Primero con pequeños mensajes escritos en
el espejo del baño, más tarde con mensajes mentales mucho más claros. Pero
Daniel no es el único que viene a saber de la existencia de Abra, un grupo de
nómadas que se desplazan en autocaravanas y convencidos de la supremacía de su
misión se dedican a encontrar a personas como ellos, posiblemente niños y
absorber ese poder para incrementar los suyos propios y acabar para siempre con
su víctima. Los niños suelen ser los preferidos de este grupo por encontrarse
el vapor, así es como ellos lo llaman, en su estadio más poderoso. Y el poder de Abra es realmente
sorprendente, ni siquiera Daniel consigue acostumbrarse a los prodigios que
consigue esta niña tan despierta para su edad. De este modo tan particular,
Daniel se verá envuelto una vez más en una aventura que él desde luego no había
buscado ni deseado. La lucha del bien contra el mal propuesta una vez más ante
sus ojos le sacarán de su torpor existencial y le obligarán a abandonar el
egocentrismo y egoísmo en el que había sumido su triste y patética vida para
luchar junto con los padres de Abra, antiguos y nuevo compañeros para salvar la
vida de esta niña y por efecto de rebote recuperar las riendas de la suya que
ya había abandonado entre las manos de los efluvios de una botella barata de
whisky. Paso a paso iremos atando cabos de una narración dispersa y que se
deslocaliza constantemente pasando de una a otra situación sin previo aviso. Un
inicio confuso que irá tomando forma poco a poco para dar una digna continuación
a la primera entrega de la vida de Daniel Torrance. Destacable también la opción seguida por un escritor norteamericano por caracterizar los aspectos más devastantes de la cultura interior y tradicional de su país, el retrato del norteamericano medio, sin el esplendor mostrado en los filmes o novelas, abandonando el glamour y la sofisticación de la cultura que estamos acostumbrados a beber. Un retrato complejo y veraz de las tradiciones más arraigadas en una cultura formada por los retazos cogidos de las que formaron hace poco más de 500 años a este país.
Silvia
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