Un
dramaturgo en busca de la aprobación de su obra por parte del censor del
gobierno acepta cambiar partes del guión. Con la esperanza de que este apruebe
la puesta en escena de la obra cada día acepta modificar y sustituir todas las
partes que el censor le propone. A medida que pasan los días el guión se
transforma casi completamente, así como la relación entre los dos hombres. El
dramaturgo entiende que su obra se va perfeccionando cada vez más y el censor empieza
a disfrutar de la co-redacción de un guión que no ofenda las reglas de un régimen
que debe enfrentarse a una guerra mundial. Los dos disfrutarán del trabajo que
se han propuesto acabar juntos, sobre todo el censor, un hombre aburrido y apático
confinado en un feo despacho que se adecua perfectamente a su agrio carácter y empezará
a gozar de la posibilidad de poder divertirse haciendo su trabajo, su osadía irá
más allá e incluso un día asomará su cara como espectador en uno de los espectáculos
de la Universidad de la Risa, el teatro en el que trabaja el hombre que cada mañana
desesperado por que aprueben su obra aparece con un guión modificado siguiendo
sus más absurdas exigencias bajo el brazo. A pesar de los intentos del censor
por humanizarse su papel en la historia será claro y en el momento de las confidencias
el funcionario que alberga en su interior aflorará con toda la crueldad de un gobierno
totalitario. Sin embargo, el momento de abandonar ha llegado y el censor
entenderá y comprenderá de este modo cuánto ha cambiado su vida ese joven
muchacho al que intentó en vano, hundir sus esperanzas. Una increíble
ambientación para una película que se desarrolla en su casi totalidad en el
interior de una habitación pero de una forma tan sutil que no tendremos la
oportunidad de aburrirnos ni de dejarnos caer en el sopor gracias a sus
brillantes diálogos. Una clara demostración que el buen cine se hace con buenas
ideas y no con grandes presupuestos.
Silvia
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