Por
una vez, y sin que sirva de precedente, debemos aplaudir la gran y acertada
decisión de la Academia del Cine norteamericana que ha otorgado el galardón
como mejor película de habla no inglesa a La Gran Belleza de Paolo Sorrentino.
Y en el propio título de la película encontraremos el adjetivo, el único y más
certero que se le puede adjudicar a esta obra, Gran, en todos y cada uno de sus
aspectos, cine de Gran calidad, Gran guión, Gran interpretación, Gran
dirección, Gran ambientación, Gran y espectacular fotografía, Gran edición,
Gran y magnífica historia, Gran banda sonora, en resumen se trata de una verdadera y Grande obra
de virtuosismo cinematográfico. Un cine nuevo, fresco, sincero de los que
echamos de menos en una Europa vieja y acabada, argumentos vivos, reales de
esos que no recordamos desde hace muchos años, alejada de los tópicos, de los
prejuicios, de la ficción pura y dura sin contenido ni objetivo. Lo que muchos llevamos años pidiendo,
nos lo sirve humildemente en bandeja uno de los directores que conseguirá
escribir el futuro del cine europeo. Una historia real y realista, sincera,
viva en un contexto de una Gran Belleza, una ciudad sin igual, Roma, la ciudad
eterna, tesoro de generaciones pasadas, presentes y futuras, un patrimonio
inigualable, variado, en el que se entremezclan siglos de historia de esplendor
artístico, una joya celestial en la tierra. Extasiados ante tanta grandeza, en
cuánto bajamos los ojos, la guardia, no encontramos con la vida, los hombres,
la sociedad romana presentada tan sólo como un ejemplo más de la sociedad mundial
actual. Pero no nos referimos a ese mundo tan conocido de la gente normal, de
la calle, de las oficinas, de los edificios, de las fábricas. Sorrentino nos
presenta la cara más dura de la moneda, los altos pisos, los altos puestos, la
vida mundana, la vida que no atisban a ver los que desde abajo miran hacia
arriba con envidia. Los juegos en los círculos cerrados de artistas, actores, escritores.
El mundo en el que se mueve nuestro protagonista, Jep Gambardella, escritor de un único libro
del que vive desde hace más de 30 años, acompañado de sus secuaces, actores sin
espectáculos, mujeres que de profesión son ricas, un mundo alejado de los
cánones habituales, un submundo que existe sólo de noche, en las fiestas
nocturnas, restaurantes caros, locales de streptease lujosos, consultorios médicos
en los que poner remedio al paso de los años con un par de pinchazos y muchos
billetes. Un mundo falso, decadente, casi esperpéntico, construido sobre las
más viles apariencias, el vacío moral y existencial, vidas devastadas por la
codicia y la ambición camuflados bajo el manto del deber y el sacrificio
maternal, donde la religión se sienta en la misma mesa que la cocaína. Un mundo
que paradójicamente lleva las riendas, conserva el poder de mandar y decidir lo
que es bueno y lo que es malo, las formas de comportamiento adecuado y quién
posee las llaves del paraíso como premio a su honestidad. Palacios de viejas
princesas que nos se resignan y miran con envidia las firmes piernas de nuevas
concursantes, un mundo depravado en medio de las buenas costumbres de los
regentes, un mundo marchito, podrido, un mundo que debe ser cambiado sin
intención de ser modificado. La verdad, la realidad, Roma, Eterna.
Silvia
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