Una
pareja compra una niña para poder mendigar. Esta niña de 11 años tiene un problema
en las piernas que puede ser resuelto si se actúa con rapidez. Sin embargo el
padre adoptivo no tiene tiempo para ocuparse de estas cosas, además el dinero
que puede reportarle pidiendo dinero en la calle una niña que no puede mover las piernas será mayor que
una que sí pueda. Por otro lado tiene que lidiar con la mafia local para
conseguir su zona de trabajo a cambio de una parte de las ganancias. El
chico que el dueño de la zona explota es manco y por ello aporta grandes sumas de dinero a su padre pero ya
está harto de esta vida y decide escaparse junto a la niña que no puede usar
las piernas. Pronto se darán cuenta que vivir solos en demasiado difícil y
acaban aceptando la propuesta de una señora bien situada en al sociedad que se
lleva a los niños a su casa. Con toda la atención puesta en la pequeña la señora
la viste, le da de comer y la lleva a un buen médico que le cure su enfermedad
pero ya es demasiado tarde. La niña no sólo no podrá volver a usar las piernas
si no que también se las tendrán que amputar. El médico entrega una factura a
la mujer que decide pensárselo un momento antes de firmar el consentimiento.
Inmersa en sus pensamientos toman el camino de vuelta a casa pero el coste de
la operación es demasiado alto incluso para ella por lo que optara por otra
solución mucho más inhumana. Una historia rodada con cámara en el hombro y de
largas secuencias a modo de documental, ya que en cierto modo nos muestra una
práctica todavía común en el lejano oriente. Las duras condiciones de vida de
los niños que nacen y viven en el campo con un futuro incierto y con una vida a
la deriva, impredecible. Incluso cuándo que alguno alberga la esperanza de
salir adelante esta situación no puede ser más que efímera con consecuencias todavía
peores. Un relato crudo y amargo sobre la realidad de esta incipiente sociedad.
Silvia
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