viernes, 24 de agosto de 2012

LA PRINCESA PROMETIDA

LIBRO: La princesa prometida (The princess bride), William Goldman (1973) 
PELÍCULA: La princesa prometida (The princess bride), Rob Reiner (1987) 

   Normalmente, después de leído el libro, la película basada en éste puede decepcionar. En raras ocasiones sucede a la inversa, que después de vista la película, el libro no está a la altura de las expectativas, como me sucedió con El Padrino de Mario Puzo o El Último Mohicano de James Fenimore Cooper.
   En esta ocasión, tanto el libro como la película son muy buenos, y puede tanto leerse el libro y después ver la película como hacerlo al revés, que ninguno decepciona después de haber experimentado el otro. El truco es muy simple, y debería de hacerse más a menudo: el autor del libro es el guionista de la película.
   Hay ligeras diferencias, como diferentes escenarios, que en el libro es menos idealista con Buttercup (que lo que tiene de bella lo tiene de boba), o el final, que no es tan feliz como en la película. Pero estos pequeños cambios no suponen un inconveniente, sino que aportan diferentes matices a una misma historia.
   La aventura de La Princesa Prometida transcurre en el reino de Florín, un supuesto país europeo donde tiene lugar la historia de Buttercup y Westley, los protagonistas, quienes nos demuestran que “el amor es lo mejor del mundo, después de los caramelos para la tos”. Pero la pareja protagonista es quizá lo menos interesante de esta aventura. Y es que, tanto después de ver la película como tras finalizar el libro, a quien realmente recordamos es al espadachín español y su famosa frase: "Me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir".
   Lo mejor de la historia radica en sus personajes secundarios: el ya nombrado Iñigo y sus intentos por vengar a su padre, el príncipe Humperdinck con su obsesión por la caza y la guerra contra el vecino país de Guilder, el traidor conde Rugen, la astucia de Vizzini el siciliano, la fuerza de Fezzik el turco, el albino encargado del Zoo de la Muerte y el Milagroso Max y su píldora de la resurrección.
   Quien ya haya visto la película o leído el libro, debería volver a hacerlo. Y quien no lo  haya hecho nunca, debería corregir ese error inmediatamente y salir corriendo a buscarlas sin más escusas, pues “las excusas son el refugio de los cobardes”.
   Irene

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