Una violación de grupo en una azotea abre en blanco y negro
esta película seguida de una segunda escena, esta vez en color con la nota azul
como predominante, de otra violación, esta vez en la orilla de una playa,
marcadas, las dos escenas por primero planos del rostro de estas mujer agredida.
Al amanecer, feliz de estar viva, narra a su espectador voluntario como se han
producido las dos violaciones a las que ha sido sometida. La ciudad que se
despierta a sus pies, muestra como fondo el tráfico fluido de un día
cualquiera, un día banal, para gente corriente que ignora lo que ha ocurrido a
pocos pasos del camino habitual que los lleva a su puestos de trabajo. Los
restos de sangre todavía fresca sirven de escenario desde el que la chica
relata lo que ha pasado. Y como si de un escenario se tratase se suceden los
protagonistas y los momentos posteriores a los peores momentos de su vida. El
espectador principal cercano al estrado y nosotros escandalizados, desde
nuestra posición de espectadores secundarios en un segundo plano como se desarrollan
los acontecimientos rodeados de una promesa de suicidio. Una banda sonora de
los años sesenta enmarca una azotea mecida por la brisa de un viento primaveral
y los llantos angustiados una joven marcada y destrozada por actos infames de
un pasado, un presente y quizá un futuro marcado por la violencia. Una vida
surgida de la violencia, la tristeza como acompañante y al grito de “joderos! liberarse
de todo el dolor. El agua, escenario de una de las violaciones, se convierte en
elemento purificador de un estribillo infantil. Las preguntas intimas serán
interrumpidas por la lluvia torrencial, tercera vez que el agua interrumpe en
la historia, casi como si quisiese borrar toda la maldad contenida en la ciudad
y mostrar una esperanza de vida incapaz de abrirse paso en la mente convencida
de la necesidad de morir desde muy temprano. La otra cara de la moneda, se
revela através del hasta entonces, espectador principal, que se convierte en
protagonista de su propia historia de abusos que resurge en su memoria con
todos los colores de la muerte y la sangre demostrando que no hay solución de
continuidad ni esperanza para un final anunciado y, por fin aceptado.
Silvia
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