martes, 16 de octubre de 2012

Ciudad de vida y de muerte de Lu Chuan. (Nanjing! Nanjing!, 南京! 南京!, 2009)

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 cartel de la película "Ciudad de vida y muerte"


En una guerra nunca hay vencedores ni vencidos, sino carniceros y víctimas, y en este caso japoneses y chinos y la Segunda Guerra Sino-japonesa. Imágenes de guerra, desolación, muerte, violencia presentadas en blanco y negro para ayudar a digerir la dureza y crueldad de la verdad, de la historia, de una especie que se autodestruye una y otra vez con métodos elaborados por mentes absurdamente empeñadas en causar dolor y miseria. Retrato de un conflicto que nos muestra a modo de postales la realidad de una serie de situaciones originadas por un conflicto entre seres que se autodefinen como inteligentes, con miles de años de supervivencia a sus espaldas que no han aportado el mínimo concepto que relacione la felicidad con la paz. Postales macabras que nos ofrecen el relato de crímenes insoportables, fusilamientos en masa de prisioneros, porque los prisioneros en campo contrario se eliminan, prisioneros enterrados vivos, ahogados, acuchillados, jóvenes, niños, ancianos, enfermos, nada cuenta en un mundo en el que no se respetan ni las reglas de la guerra formadas en tiempos remotos y por pueblos arcaicos y menos evolucionados. La suerte de las mujeres, es, si cabe peor que la muerte, la violación en masa y sistemática de niñas, madres y abuelas, lo peor y más extremo incluso ausente en la naturaleza animal. Horrores insospechados hasta para los más fervientes entusiastas de la dictadura nazista. Vidas conscientes de la total ausencia de futuro, sin esperanza de salvación, intentando simplemente ganar un día más de vida, quizás gracias a un simple corte de pelo, la cabeza y el orgullo siempre bien alto, la humillación es peor que la muerte. Una capital en ruinas, destruida, de la que nos puede escapar, una ratonera sin escondites, una trampa día y noche. Hombres dispuestos a vender la vida de sus conciudadanos por un pase de salida que lo lleve a una ya utópica salvación se contraponen al sacrificio de unas manos que se levantan tímidamente ofreciendo una rotunda respuesta a las propuestas del invasor. Los cuerpos exánimes cargados en carros como animales muertos, sin respeto por la desnudez de la muerte, desfilarán ante unos ojos que acaban de entender lo que significa el exterminio, con los juegos, cantos y alegría de sus compañeros que lo acompañan a modo de música de fondo. Una mujer que se enfrenta al peligro y muere ayundando a uno más, los remordimientos del soldado que entiende que una vida así es más difícil que la muerte y las flores que adornan las risas de un niño que finalmente ha encontrado la libertad.
Silvia

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