miércoles, 31 de octubre de 2012

Go, go, second time virgin de Koji Wakamatsu. (ゆけゆけ二度目の処女 Yuke Yuke Nidome no Shojo,1969)


 


Una violación de grupo en una azotea abre en blanco y negro esta película seguida de una segunda escena, esta vez en color con la nota azul como predominante, de otra violación, esta vez en la orilla de una playa, marcadas, las dos escenas por primero planos del rostro de estas mujer agredida. Al amanecer, feliz de estar viva, narra a su espectador voluntario como se han producido las dos violaciones a las que ha sido sometida. La ciudad que se despierta a sus pies, muestra como fondo el tráfico fluido de un día cualquiera, un día banal, para gente corriente que ignora lo que ha ocurrido a pocos pasos del camino habitual que los lleva a su puestos de trabajo. Los restos de sangre todavía fresca sirven de escenario desde el que la chica relata lo que ha pasado. Y como si de un escenario se tratase se suceden los protagonistas y los momentos posteriores a los peores momentos de su vida. El espectador principal cercano al estrado y nosotros escandalizados, desde nuestra posición de espectadores secundarios en un segundo plano como se desarrollan los acontecimientos rodeados de una promesa de suicidio. Una banda sonora de los años sesenta enmarca una azotea mecida por la brisa de un viento primaveral y los llantos angustiados una joven marcada y destrozada por actos infames de un pasado, un presente y quizá un futuro marcado por la violencia. Una vida surgida de la violencia, la tristeza como acompañante y al grito de “joderos! liberarse de todo el dolor. El agua, escenario de una de las violaciones, se convierte en elemento purificador de un estribillo infantil. Las preguntas intimas serán interrumpidas por la lluvia torrencial, tercera vez que el agua interrumpe en la historia, casi como si quisiese borrar toda la maldad contenida en la ciudad y mostrar una esperanza de vida incapaz de abrirse paso en la mente convencida de la necesidad de morir desde muy temprano. La otra cara de la moneda, se revela através del hasta entonces, espectador principal, que se convierte en protagonista de su propia historia de abusos que resurge en su memoria con todos los colores de la muerte y la sangre demostrando que no hay solución de continuidad ni esperanza para un final anunciado y, por fin aceptado.
Silvia

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