sábado, 6 de octubre de 2012

Rojo y Negro de Stendhal. (Le Rouge et le Noir, 1930)




Julien Sorel de origen humilde se esforzará por recibir una educación prohibida en su clase social a causa de los prejuicios de sus integrantes . Se convertirá en un virtuoso de amplias materias pudiendo recitar de memoria la biblia en latín, sin que esto signifique que logre aferrar todo su contenido. Su predisposición y su ambición le llevarán a escalar poco a poco hacía otros niveles más elevados y hasta entonces cerrados a personas de su condición. Para ello, no dudará en seducir a la mujer de su primer jefe hacia la que profesará un amor verdadero pero que no temerá sacrificar en su camino hasta lo más alto. El afortunado joven encontrará la ayuda y cobijo de personas confiadas y dulces que confundirán la inicial timidez del hombre con un espíritu débil y meritorio de protección y no serán capaces de intuir una mente que prepara naturalmente intrigas complejas capaces de despistar a los más sabios. Ya en la capital, París, Julien conquistará a una joven de alta cuna por la que sentirá una especie de obsesión correspondida que no logra convertirse en ningún sentimiento digno que les lleve a entablar una relación de afecto perdurable. El orgullo de ambos, les limitará considerablemente en cualquier acción que puedan intentar llevar a cabo. Dos seres relativamente insensibles que desearán en el otro sólo lo deseable por una tercera persona. Ese sentimiento desaparece paralelamente a la desaparición de un posible competidor. Un juego complicado en su perfidia que conseguirá que aflore la añoranza hacia personas y relaciones de antaño que no conseguirán redimirlo con su perdón y su compasión hacia actos viles de cobardía expresados en violencia física. Sin lugar a dudas, el desenlace de una vida tan enmarañada, hipócrita y agotadoramente falsa no podrá acabar comiendo perdices.
Silvia

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