martes, 7 de mayo de 2013

El legado de Bourne de Tony Gilroy. (The Bourne legacy, 2012)



El legado de Bourne nos deja una herencia difícil de superar. Los agentes posteriores al mito se nos presentan en un entorno hostil en el que tendrán que sobrevivir. La amenaza que les rodea por todas partes no es más que su propio creador, que ve como su gran proyecto se está convirtiendo en un elemento peligroso para su estabilidad y decide, de la noche a la mañana, que es necesario clausurarlo. Y la mejor manera de borrarlo y cancelarlo definitivamente es eliminando a sus componentes, creyendo que no supondrá ninguna dificultad por el hecho de que estos agentes siguen un programa de medicación que les permite mejorar sus capacidades físicas e intelectuales, pero que una vez comenzado el proceso, la carencia o la suspensión del suministro podría causar una degradación irreversible de todo el sistema. Por otro lado, es necesario, también, eliminar al equipo de estudios biológicos encargado de supervisar a los pacientes, sin embargo, todos los pasos que los grandes decisores habían planeado, se esfuman en el momento en el que uno sólo de los eslabones escapa de las manos del verdugo. Este eslabón, se dirigirá con uno de los científicos supervivientes en busca del virus que, una vez inoculado, permitirá sustraerse a la cotidiana dosis de vida. Sin caer en la vulgaridad de lo demasiado fantasioso, este proyecto nos recuerda, en sus múltiples escenas de acción, a nuestro añorado agente rebelde Bourne. Sin la frescura y la emoción de ver como siempre se salía con la suya y lograba huir de todo tipo de emboscadas gracias a delirantes escenas de acción, esta nueva entrega, y nueva en el sentido más literal de la palabra, porque nada tiene que ver con la saga anterior, nos inicia en las peripecias de otro agente que también él, gracias a la ayuda de una mujer, se fijará un objetivo en el que su supervivencia se situará en primer plano.

Silvia
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