domingo, 26 de mayo de 2013

Tierra amarilla de Chen Kaige. (黃土地, 1984)

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La tierra es amarilla y árida allí a dónde se dirige un soldado del Ejército Rojo de Ya’an para cumplir una misión importante para la facción roja del país. Su deber es recopilar las canciones populares alegres para poderlas transmitir a las tropas y que así aligeren sus cargas diarias con la música del pueblo. En un momento en el que todavía era posible cantar, divertirse, un momento en el que la cultura del pueblo todavía puede dar libre expresión a los sentimientos de los campesinos, el soldado llega a una pequeña casa compuesta por el padre, la hija mayor y el hijo pequeño. Es el deber de todo soldado no convertirse en una carga para la familia que generosamente lo acoge y de este modo, el hombre se convertirá en un miembro más de la pequeña institución, trabajando, comiendo, viviendo con ellos por todo y para todo. Durante un tiempo, compartirán mucho más que sólo deber y trabajo, y con sus historias provenientes del sur del país alimentará las esperanzas y la reducida visión de un futuro programado para una joven que no tenía otra concepción del mundo que la de su propio entorno y en el que una muchacha no sólo tiene el deber de atender a su padre y su hermano, si no también de prepararse para su futuro marido, como recuerda una de las canciones que tanto le gusta cantar, cuándo un hombre se casa, hay felicidad, cuándo una mujer se casa sólo hay tristeza. Una tristeza que no la abandonará jamás y que comienza con la muerte de su madre y se prolonga durante el matrimonio concertado de su hermana que impasible observa y que le ofrece una brizna de información sobre lo que también se espera de ella. La buena nueva que el soldado ofrece con sus alegres relatos, llenos de felicidad y novedades, acaban con su regreso a la base para poder seguir sirviendo al país. La muchacha no puede ya escapar de la prisión que su condición ha marcado pero el dolor y el valor la empujan río arriba en la búsqueda de un nuevo ideal de libertad. Una tierra seca, abandonada por los dioses que consigue devorar el alma de sus pocos supervivientes. El director Chen Kaige, perteneciente a la Quinta generación de directores de cine chinos y gran promulgador del régimen, nos ofrece un relato de gran atractivo visual apoyado por la inestimable colaboración como director de la fotografía de Zhang Yimou. Una narración fluida, ininterrumpidamente ligera que traspasa los límites de lo artificial para ofrecernos un retrato vivo de una sociedad en continuo movimiento.
Silvia

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