Un rico hombre de finanzas se pasea por Manhattan como si
fuera el dueño del mundo. Su vida es perfecta, una familia ejemplar, una
empresa que no obstante la crisis sigue dando grandes beneficios y una hermosa
e inteligente amante. Y esta es la primera impresión que tenemos del
protagonista de esta historia. Poco a poco el escenario se va modificando, va cambiando
mostrándonos la verdadera cara de la moneda. Los libros de cuentas han sido modificados
y Miller deberá vender la empresa antes de que una auditoria desvele el fraude.
Todo marcha sobre ruedas hasta que su amante muere en un accidente de coche que
él mismo ocasiona. Miller no puede quedarse allí a esperar el vehículo de
emergencias, todo su castillo de naipes de derrumbaría de un solo plumazo, por
lo que se arrastra fuera del coche y consigue ayuda de alguien que le debe un
favor. Miller ha subestimado también a su brillante hija y socia que no tarda
en descubrir lo que ocurre en la compañía pero tras encarar a su padre deberá
decidir entre perder su licencia o encubrir a Miller. Un avezado policía que
investiga el accidente de coche ocurrido a altas horas de la madrugada y no se
traga todas las historias que Miller le cuenta respecto a su pintora amante.
Investigará y hablará con todos los miembros de la familia intentando encontrar
a un traidor entre las cerradas filas de la dinastía. Una historia que bien
podría reflejar un acontecimiento real de esos que estamos ya acostumbrados a
leer en los periódicos, en la que ricos hombres de negocios, ávidos e insaciables
de dinero y poder no dudan en arriesgar la vida de millares de trabajadores e inversores
que podrían perder en un solo segundo todo lo que han conseguido reunir con una
vida de sacrificios y sudor. Una nueva versión de la feria de las vanidades en
versión contemporánea. Sólo que en esta ocasión la justicia no aparecerá para
consolarnos de las barbaridades cometidas por este tipo de personas.
Silvia
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