miércoles, 6 de febrero de 2013

Los amantes del Pont-Neuf de Leos Carax. (Les amants du Pont-Neuf, 1991)


Un viaje al submundo de la capital francesa, la vida en la calle, bajo los puentes, vagabundos que viven de la caridad, de la compasión y que ahogan sus temores en el alcohol. El amor surge entre dos personas de la calle, dos seres perdidos en un mundo aparentemente común, desesperados por el impacto del golpe que el destino les ha reservado. Ella pintora, retratista con una rara enfermedad en los ojos que mina su voluntad y su resistencia, él nadie ni nada pero que alberga en su interior unos sentimientos casi infantiles que intenta adecuar a su maldición de adulto alienado y expulsado de una sociedad ordenada en la que no hay espacio para él. Confesiones, amor, sexo, encuentros, alcohol, risas, diversión, los dos colman el vacío que ha nacido en el momento del nacimiento, en el momento en el que todo se hunde gracias a consecuencias, efectos imprevisibles escondidos en la naturaleza, que acechan y amenazan los sentidos. El renacer juntos en un nuevo cosmos, hecho a medida para mitigar el dolor, iluminado por luces y fuegos artificiales para la celebración y exaltación de los logros de la civilización, adornan el baile salvaje que impone la lucha por la subsistencia desgarradora e infernal de la desesperación. El espacio consagrado por la unión de los cuerpos se resquebraja en un sinfín de pedazos en el preciso instante en el que un hilo de probabilidad se presenta como una revelación de la continuación del trabajo comenzado y abandonado. El paisaje se transforma en una imagen real, amoldada a las necesidades de la socialización y aún así capaz de salir a flote de un río turbio y contaminado y abrir los ojos, resistir a la presión y encontrar una vía de escape.
Silvia

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