viernes, 21 de junio de 2013

The Profound Desires of the Gods de Shohei Imamura. (神々の深き欲望, 1968)


Profound Desire of the Gods 1968.jpg
Un ingeniero japonés llega a una isla perdida del sur bañada por el pacífico y a la que han llegado pocos intercambios culturales. Una isla aislada y abandonada por los dirigentes de un país que no se han molestado ni tan siquiera en llevar el desarrollo a la población existente en el lugar. El ingeniero deberá supervisar la construcción de un pozo de agua potable para que la empresa de caña de azúcar establecida en la isla y único medio de subsistencia de los autóctonos pueda perdurar. Una gran sequía acecha la isla, un calor acuciante doblega las cosechas y tras varios intentos de perforación, el agua sigue sin surgir. A medida que las indagaciones continúan, el ingeniero va conociendo poco a poco la isla, sus gentes y sus costumbres, sus tradiciones, sus supersticiones. Así el hombre entrará en contacto con una población totalmente aislada de la vida contemporánea, estática en el tiempo entre la que se forman agrupaciones que desarrollan una composición familiar muy cercana al estado de naturaleza. Los lazos sociales son muy laxos y las relaciones se establecen siguiendo los apetitos más bajos sin consideración ninguna hacia las normas más básicas que el hombre ha establecido para su propia supervivencia. Unos habitantes poco evolucionados entre los que ha nacido una especie de psicosis colectiva que rige los comportamientos de todos. Incluso el ingeniero, no obstante su integridad y su gran fuerza de voluntad caerá en la red de sus deseos más profundos regidos solamente por la madre naturaleza y totalmente alejados de la razón. Una cinta de casi tres horas, una superproducción en aquella época que no tuvo muy buena acogida pero que a lo largo de los años ha conseguido convertirse en un cult.

No hay comentarios:

Publicar un comentario