Un inicio que anticipa el final. Una madre, que baila feliz
en medio de un campo agreste para olvidar sus penas, su dolor. Una acción que
normalmente deberíamos asociar con la felicidad, la diversión, en este caso se
convierte en un paliativo. Esta madre, una luchador nata, intentará demostrar
que su hijo no es culpable de la muerte de una joven como el mismo ha admitido
ante la policía. Un chico con problemas, sin padre conocido, criado por una
madre sola que camina por la calle intentando recoger los pedazos de su vida y
educar a un hijo lo mejor posible en una sociedad machista que ve a los dos
como dos pobres trastornados sin lugar en la sociedad. Un muchacho perdido en
su introspección, con evidentes problemas para relacionarse y rechazado por
todos, unos amigos aprovechados y oportunistas lo rodearán cuándo más les
convenga para pasar un buen rato a su costa. Pero madeo, la madre, no se rinde,
nunca lo ha hecho y intentará recoger pruebas, cueste lo que cueste que
exculpen a un hijo que representa todo en su vida. La verdad, que tanto nos
cuesta aceptar a todos cuándo no se amolda a nuestras expectativas, se
presentará ante sus ojos como una dura bofetada que desequilibrará su ya
precaria existencia.
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Silvia
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