Un joven samurai acude a un poderoso clan para anunciarles
su muerte tradicional Hara-Kiri porque ya no es capaz de conseguir dinero para
cuidad a su mujer y su hijo enfermos. El jefe del clan, cansado de los falsos
suicidas que llegan hasta su casa con el objetivo de pedir dinero, le ofrece la
sala principal para que lleve a cabo su cometido. El joven, sorprendido,
intenta explicar al clan sus verdaderas intenciones, pero los guerreros, lo
obligan despiadadamente a que siga adelante. La pobreza del hombres es tal, que
no dispone ni siquiera de una verdadera espada y con la cabeza alta y el
orgullo intacto se inflige el terrible castigo con una espada de bambú, un
sufrimiento atroz, lento, infinito ante los ojos fríos de sus espectadores.
Mientras tanto, muy lejos de allí, su hogar se desmorona, la enfermedad,
seguida de la llegada del cuerpo del samurai, precipitará los acontecimientos y
acabará con una familia que prácticamente acaba de nacer. Un ritmo lento,
tranquilo, casi de ensueño, nos ofrece las duras y espeluznantes imágenes de
una muerte innecesaria que nos atraviesa el alma, como si sintiéramos en
nuestra propia piel como se desliza cada una de las hebras que forman la espada
de bambú. La dureza de una vida desesperada que lucha por la esperanza de los
suyos, una situación que desgraciadamente es tan frecuente en nuestro días, nos
trasportan a una sociedad tradicional en la que el honor y el orgullo lo son
todo, por encima de cualquier otro sentimiento o concepto que puedan parecer
más importantes para pueblos alejados de sus fronteras con una narración en
tercera persona estilizada que se apoya en el flashback para establece el paralelismo
y la consecuencia de la acción. Por fin, el último intento por establecer la justicia nos
muestra que, el mensaje puede ser lanzado pero no siempre escuchado y la tradición
y la costumbre están por encima de la justicia. El director Miike, que ya en su
anterior película, 13 asesinos se había volcado sobre la tradición de su país,
abandona por el momento el género de terror que tan buenos resultados había
producido, pero sin dejar en absoluto de lado la violencia y su caracterización
tan cuidadosa en cada una de las escenas.
Silvia
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