miércoles, 28 de agosto de 2013

Pietà de Kim Ki-duk. ( 피에타, 2012)


No decepciona tampoco en esta ocasión nuestro admirado Kim Ki-duk. Impactante desde la escena inicial, el cineasta coreano nos arrastrará hacia el infierno con sus particulares modos violentos con toques de sensibilidad que atenúan la brutalidad de su estilo más puro. Una hermosa tonalidad azul acompañaran todas las escenas dándoles una frialdad que nos pondrán la carne de gallina contrastadas por unos labios rojos de vida, de muerte. Kam Do es un joven que trabaja para un usurero. Su misión consiste en recaudar el dinero prestado más los altos intereses a los que someten a los contratantes. Al mismo tiempo, estos deberán firmar un seguro de vida que marcará desde ese momento sus vidas. Así, cuándo los deudores no conseguirán juntar el dinero que deben, Kam Do los someterá a duras torturas y mutilaciones varias para que así puedan cobrar el dinero del seguro y pagar la deuda contraída. Un hombre brutal, sanguinario, sin ningún tipo de sentimiento marcado por un rostro sin expresión, un hombre de pocas palabras que sólo actúa, hasta que un día descubre que una mujer madura lo está siguiendo. Esta mujer insiste en ser su madre que le abandonó el día que nació por miedo a criar a un bebé. Kam Do no la cree, es reticente pero tras varias pruebas, violencias oscuras y terribles a las que somete a la mujer, que no se rinde en su empeño, acaba por creerla. Poco a poco este hombre hermético comienza a abrirse, a hablar, a divertirse, a sonreír y de forma paulatina se convierte en el hijo de esa mujer a la que no había visto desde hacía treinta años. El amor que profesa este hombre por su madre llega hasta límites insospechados, el rencor por la ausencia ha sido superado y substituido por la ansiedad, por la preocupación de que ella desaparezca otra vez y verse condenado una vez más a la absoluta soledad. Comienza a forjarse en su interior un sentimiento hasta ahora desconocido para él, la piedad por sus víctimas. Una piedad real, sincera que acabará provocando en él la necesidad de abandonar un trabajo del que ya no se puede encargar. Cuándo todo parece que va bien, cuándo todo marcha sobre ruedas y Kam Do comienza a acariciar con la punta de los dedos ese estado que llaman felicidad, su madre sufre una agresión en su propia casa y ese será el inicio del final. Esa maldita mujer, su madre se encuentra en peligro, pero su hijo no sabe a quien culpar, no es capaz de localizar a su enemigo, en su camino encontrará solo a personas incapaces por su culpa de moverse y mucho menos de cometer algún atropello. Pero alguien está detrás de todo esto, una figura se esconde tras su sombra, alguien muy cercano a él que ya no tiene piedad y que hará cualquier cosa para cobrarse el dolor causado por sus pasadas acciones.  
Silvia

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