miércoles, 2 de enero de 2013

A.C.A.B.: All Cops Are Bastards de Stefano Sollima. (2012)




Pertenecer a un cuerpo de la policía, como el de los antidisturbios, es algo más que una profesión, algo más que un trabajo. Esta película nos introduce en un mundo hasta ahora poco conocido como es el del cuerpo más especializado en violencia física, directa y efectiva. Este grupo de compañeros y amigos de sangre unidos por una pasión común, la de pegar por la patria, para defender los valores de la república y reinstaurar el orden institucional a ritmo de golpes. Pero cuándo un grupo que defiende el amor por su país, está tan unido en el trabajo, irremediablemente, nace algo más, algo que transciende la nómina y el uniforme, algo que sobrepasa la frontera del cuartel y rebosa para formar parte de la vida privada, del tiempo libre, de los fines de semana y de los minutos dedicados a las necesidades personales. Un grupo así, trabaja por el bien de la comunidad, incluso cuándo no le pagan para ello, porque las lacras sociales son muchas y ellos pocos, porque las horas ministeriales no bastan para resolver los múltiples problemas de una ciudad, porque cuándo uno forma parte del cuerpo lo es para siempre y por encima de todo. Cuándo un compañero tiene algún problema personal, el grupo lo apoya, cuándo el compañero sufre un percance, el grupo lo levanta, cuándo el compañero necesita ayuda, el grupo se la brinda, cómo ellos saben hacerlo, con la porra en la mano y el himno en los labios. Pero que ocurre si el grupo cierra un ojo en el cumplimiento de un deber que él mismo se ha impuesto, que ocurre cuándo lo general se convierte en personal. Aparecen las grietas en la pared portante. La base que sustenta el todo, lo colectivo, lo conjunto, se resquebraja y los trozos, pequeños trozos casi invisibles, empiezan a caer, y lo pequeño, con el tiempo, se hace grande, y lo invisible, aparece como una obviedad que había sido enmascarada, y con el tiempo, todo se derrumba, nada queda, todo se paga, todo tiene un precio.
Silvia

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