lunes, 28 de enero de 2013

Holy motors de Leos Carax. (Holy motors, 2012)

 


Una sala de cine, un corto mudo en blanco y negro nos introducen en el sueño de un hombre que al despertar se introduce el mismo en la sala de cine a través de una de las paredes de su habitación convertida en un falso bosque de papel pegado. Un gran danés se pasea por esta sala que se convierte en la receptora surrealista de la historia que se desarrolla a continuación y acompañada de los sonidos que podríamos percibir en un puerto de mar y no en un espacio cerrado y contemplado por una niña desde la ventana de una casa con un estilo arquitectónico que nos recuerda al de una nave comercial. Su padre, un hombre de negocios, se dirige a la limusina que lo recoge y las puertas de su casa para llevarlo a desempeñar su tarea diaria. Descubriremos que lo que parecía la escena poco iluminada que da comienzo a la mañana es en realidad el atardecer preludio de la noche. Este hombre y su chófer, una mujer que simultáneamente desempeña la función de secretaria, le acompaña en una serie de misiones que este hombre deberá realizar. En cada una de ellas tendrá que ejercer un rol, un papel, casi una vida distinta, caracterizándose mediante útiles teatrales como el maquillaje, pelucas, postizos para realmente convertirse en otra cosa. En todas ellas, el ser en el que se convertirá tendrá en común con los demás, un físico repelente, serán siempre seres que alberguen odio en su interior, violencia, los papeles en muchos casos tendrán que desempeñarse con agresividad y reminiscencias religiosas que nos darán escenas copiadas de grandes obras de arte sacra. El sexo, también presente en su trabajo, nos conducirá por caminos perversos que tocarán la línea de lo repulsivo. Estas tareas, nueve en total, se convertirán en parte esencial de la piel y la carne de su intérprete. La fusión será tan intensa que por momentos, el ejecutor no sabrá ya quién es quién y quién es él en realidad hasta que, rendido, vuelve a la realidad de su casa y su vida marcada también por un contexto surrealista recogiendo el estilo del inicio. Leos Carax, heredero de Godard, vuelve al cine tras 12 años con esta historia magnética, extraña y francamente enigmática que nos envuelve en un sueño intenso que se convierte en exasperante de forma incremental. Sin duda, no existe un término medio para expresar una apreciación, la fascinación o la repugnancia pero ante todo no dejará indiferente a nadie.
Silvia

No hay comentarios:

Publicar un comentario