Caterina y sus padres dejan su pueblo en el profundo norte y
se trasladan a Roma donde acaban de heredar la casa de su difunta abuela. Su
padre, profesor, elegirá el colegio de su hija en la capital en base a su
experiencia personal y también
deslumbrado por la situación social de los padres de sus compañeros. El primer día de clase será revelador
para Caterina, en una capital todo el mundo es algo y la normalidad es
aborrecida por todos. Cada uno tiene su tendencia política, su lugar en el
mundo claro y definido en base a unos tópicos que resultan aún más ridículos
cuándo la comprensión de la realidad se fundamenta en una temprana edad en la
que los gustos están más dirigidos por la atmósfera del hogar que rn lo que
realmente se llega a entender. Así, estos jóvenes, todos hijos de padres
famosos, políticos, escritores, todos pertenecientes a altas capas sociales
serán el espejo en el que el padre de Caterina se querrá reflejar. La chica
probará infructuosamente a relacionarse con todos pero, evidentemente, una
chica perteneciente a la clase media no podrá nunca encontrar un lugar acogedor
entre ellos. Pero lejos de convertirse en un problema se sentirá aliviada
mientras que su padre sufrirá indescriptiblemente por su incapacidad de
encontrar un lugar entre el Olimpo de la ciudadanía romana. Una vida acomodada,
una mujer complaciente y una hija serena no serán suficientes para un hombre
atormentado por el desprecio y la ignorancia que recibe de los dioses.
Silvia
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