En una excursión escolar a Kyoto, Onizuka se queda fascinado
ante la belleza de las geishas y se promete a si mismo hacer todo lo posible
para volver allí y visitar una casa de geishas. Ya como adulto, consigue que la
empresa en la que trabaja lo traslade a Kyoto, a la rama que confecciona los
alimentos que se añaden al ramen, una sopa de fideos precocinada. Para ello, no
duda en romper son su novia y finalmente se prepara para cumplir su gran y único
sueño. En cuánto llega a Kyoto,
pone en marcha su plan. Para ellos es necesario un buen traje y un poco de
dinero pero cuál es su desilusión cuándo descubre que a una casa de geishas no
se puede acudir por primera vez sin un padrino. “Primerizos no admitidos”
destrozará el corazón de Onizuka pero no su determinación, para ello consigue
que su jefe, un buen cliente de estos establecimientos, acepte convertirse en
su padrino a cambio de una mejora en la productividad. Onizuka descubre sus
grandes capacidades para reorganizar la producción y de este modo, la puerta de
la casa de las geishas se abre para él. Pero no todo es un paraíso ya que también
Naito, un famoso jugador de baseball es un buen cliente del lugar y acaparador de
la atención de las mejores geishas. Los dos entrarán en una competición profesional
para convertirse en el mejor, una pelea sin cuartel, que irá pasando del cine,
la cocina hasta la política. Entremedio, la ex novia de Onizuka, que no se
resiste a perderlo, se convierte en una maiko, una aprendiz de geisha,
introduciendo unas notas de romance edulcorado en la trama. El relato, escrito,
presentado e interpretado como si de un manga se tratase, aspira a convertirse
en una comedia asiática que no cuaja en occidente, aunque tranquilamente podría
considerarse como una cinta divertida en su país de origen.
Silvia
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