Young-su, un joven que vive una vida llena de éxito, diversión
y mujeres en Taipei debe elegir entre cambiar de vida o morir afectado por la
cirrosis. Este es el motivo por el que ingresa en una granja pensada y concebida
para otras personas que padecen enfermedades contraídas tras una larga vida de
excesos como la suya. Young-su, dinámico y agradable por naturaleza se integra
rápidamente en la vida apacible y tranquila de la granja, sin ningún problema
acepta las normas un tanto convencionales y lejos de las normas mundanas a las
que estaba acostumbrado. Sus
compañeros intentan buscar un sentido a una vida despachada, conscientes, la
mayor parte de ellos, de que el final esta cerca, pero aún así se empeñan en
las pequeñas actividades de la granja que consiguen traerles algo de felicidad
a sus últimos días. Allí conoce a Eun-hye, entre ellos nace enseguida, y desde
el primer momento, un lazo de amistad y afecto que se irá transformando en un
amor tan profundo que hará olvidar a Young-su su sofisticada y frenética vida de
Seul. Así, se trasladan a una pequeña casa de campo en la que llevarán una
modesta vida acompañada por los medicamentos que ambos deben tomar y las
frecuentes visitas a los hospitales. Un inesperado viaje de Young-su a Taipei
hace, sin embargo, tambalear la paz de su hogar. Una vez allí la verdadera
naturaleza de este joven sale a flote y poco a poco va recobrando sus viejas
costumbres y sus antiguas amistades. Cuando vuelve a casa, todo ha cambiado y
Eun-hye, que en su interior conoce la verdad, deberá enfrentarse a ella en un momento
de violenta sinceridad. Y la vida perfecta termina, todo se derrumba, lo
sencillo de una vida apacible ya no consigue llenar el corazón de Young-su. El
sufrimiento que sustituye la felicidad, llevará al término de un sendero
desapacible y en una atmósfera desgarradora. La comprensión verdadera de la
vida y de los sentimientos llega cuándo todo ha acabado, cuándo los últimos
momentos, los más importantes, pasan en la soledad más desgarradora que pasea
de la mano con unos remordimientos ya innecesarios.
Silvia
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